Desaparecidas de la cotidianidad y relegadas a casas de pueblo y desvanes o a meros objetos de decoración, las radios a válvulas se han quedado en un asunto de coleccionistas.
Aquellas radios completamente mono, fabricadas en baquelita, tardaban unos minutos en calentarse y generar sonido adecuadamente. Sin embargo, son pocos los que reparan que muchos modelos clásicos, como la mítica Philetta de los años cincuenta (que Philips ha reeditado en plástico y chips digitales) incorporan una entrada posterior fácilmente convertible a fuentes externas.
Esta entrada para antiguos giradiscos no está sobrealimentada y con un pequeño cable de jack alimentará cualquier fuente externa, ya sea teléfono o un iPod. Los modelos clásicos, como las Philips, Grundig o Sharp, que se pueden conseguir en eBay a unos 100 dolares suenan superiores a cualquier altavoz de ese precio. Aunque delicadas, son todo romanticismo: huelen a cable quemado, al polvo tibio encima de las lámparas, generan calor y segregan la música en planos diferentes, según la dimensión espacial de los instrumentos, sin ninguna ecualización artificial, liberando el sonido en su dimensión espacial orgánica. Debajo, un ejemplo de estas joyas:
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