sábado, 18 de enero de 2014

Teléfonos inteligentes y calentamiento global

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Muy pocos  que tuvieron un iPhone nuevo habrán pensando en el impacto sobre el clima mundial. Tengo unas cuantas buenas nuevas para ellos, y algunas malas.
  
No, Apple no se las ha ingeniado para producir el aparato sin agregar bióxido de carbono al aire, el cual atrapa el calor. La empresa prevé que un iPhone 5s inyecte 70 kilos de bióxido de carbono equivalente a la atmósfera a lo largo de su vida útil, cinco kilos menos que el iPhone 5 del año pasado.

La mala noticia no es solo que el esfuerzo por reducir el calentamiento mundial está tan atascado como siempre, sino que estamos todos juntos en esto.

La globalización -que en el proceso de “exportar” la producción y los empleos de países ricos a países pobres también “exportó” el bióxido de carbono emitido para fabricar los productos consumidos por los países ricos- agrega otro complejo giro a asignar la responsabilidad por el carbono en el aire. La inquietante pregunta es la siguiente: ¿Son las emisiones responsabilidad de los países que las produjeron o de los países para los cuales se fabricaron los productos?.

Todo parece indicar que la diplomacia del cambio climático está tan atascada como siempre. Países con mal registro en emisiones de carbono como China justifican su oposición a estrictos límites al carbono con el argumento de que, sobre una base por persona, sus emisiones siguen siendo muy bajas. Lo que es más, la mayoría del carbono en la atmósfera actualmente, argumentan, fue puesto ahí por los estadounidenses y otros países ricos emisores de carbono, los cuales quemaron muchos combustibles fósiles en su camino hacia la riqueza. Prohibirles a los chinos que hagan lo mismo equivaldría a condenarlos al estancamiento.

Del otro lado replican que si bien todo esto pudiera ser verdad, no tendría sentido un trato que solo exigiera a países ricos que limitaran sus emisiones: sus ahorros en carbono serían invalidados por crecientes emisiones en otras partes. Emisores intensos de gases de invernadero -como la industria de agricultura y química- saldrían de naciones ricas con rumbo a las costas del mundo en desarrollo, con menores restricciones sobre el carbono.

De hecho, investigación reciente sugería que si los países ricos llegaran a reducir 20% sus emisiones respecto de niveles de 2004 sin asegurar la cooperación de países en desarrollo, aproximadamente entre 5% a 19% de los ahorros de carbono se perderían por “fugas”.

Aun más inquietante es que no haya nada cercano a un consenso sobre quién es responsable por emisiones históricas. Algunos estudios han concluido que el mundo rico puso hasta 80% del bióxido de carbono existente en el aire. Sin embargo, investigadores en Países Bajos y en la Comisión Europea concluyeron que al incluir el impacto del cambio de uso de suelo, países en desarrollo efectivamente representaron casi la mitad de todos los gases que atrapan calor emitidos entre 1850 y 2010.

Un estudio publicado en los Procedimientos de la Academia Nacional de Ciencias hace dos años notaba que la globalización exportó cuando menos el equivalente de 1.200 millones de toneladas en emisiones de bióxido de carbono del mundo industrializado al mundo en desarrollo entre 1990 y 2008.

Cálculos con base geográfica hacen que parezca que países industriales y avanzados ya lograron estabilizar sus emisiones de carbono. Pero solo han mudado el crecimiento fuera de sus fronteras.

Con envoltura de colores tirada por todo el piso y apps volando del viejo iPhone al nuevo, la mayoría de los usuarios no se estarán preocupando por nada de esto . ¿A quién le interesa, a final de cuentas, de quién es culpa?.

Pero, si el mundo va a impedir que el catastrófico cambio climático socave con el tiempo la civilización, alguien -en alguna parte- debe pagar el costo de consumir menos carbono. Y nadie está dando un paso al frente. 

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